jueves, 9 de mayo de 2013

Presentación del 35 aniversario del “Homenaje de los pueblos de España a Miguel Hernández”.



Presentación del 35 aniversario del “Homenaje de los pueblos de España a Miguel Hernández”. Sede social de Los Verdes de Torrevieja. (18 de febrero de 2011)

Nos reunimos hoy aquí para conmemorar el 35 aniversario del “Homenaje de los Pueblos de España a Miguel Hernández”. En sentido estricto, por tanto, rendimos homenaje a un homenaje más bien que a Miguel Hernández y eso a pesar de que su figura, su poesía, la poesía, va a estar presente en este tiempo que nos hemos regalado.

         Cuando mis compañeros me pidieron presentar el acto, teniendo en cuenta lo modesto de nuestras pretensiones y del escaso material con el que contamos, debo confesar que me embargó una duda: cómo presentar lo que en el fondo no es nada más  –pero nada menos-  que un ejercicio de memoria sin caer en la trampa de ejercer el frívolo papel de moderador de anécdotas.

Traer a la memoria aquel homenaje realizado un año después de la muerte del dictador es hacer un ejercicio de memoria mucho más ambicioso, de mucho más calado, porque en aquel año de 1976 no sólo se homenajeaba a ese gran insumiso del terror y la barbarie que fue Miguel Hernández, sino a todos los pequeños y grandes insumisos que lucharon anónimamente en España durante tantos años, a los que tuvieron la suerte de llegar al final de ese negro túnel llamado franquismo y a los que se quedaron en el camino.

De hecho, me da la impresión desde la lejanía, que aquel homenaje era menos a la poesía del gran Miguel que a lo que representaba su figura, precisamente esa negativa a someterse a la irracionalidad, de asentir a lo inasumible, de acatar lo inacatable por mucho que ello se tratara de imponer por la violencia, ya fuera física o ideológica.

Memoria, sí. Pero además insumisa.

En un texto que recomiendo a todos y que se llama precisamente así, La Memoria Insumisa,  Nicolás Sartorius y Javier Alfaya nos recuerdan sin concesiones algunos de los elementos -en lo estrictamente político, en lo cultural, en las relaciones de género, etc.-, que formaban parte de la cotidianeidad de aquella España en la que algunos decidieron seguir practicando el desacato y homenajear no sólo a un gran poeta sino a un impulso imparable.

En lo político nos dicen:

“...Durante el año 1975 –el año de la muerte del dictador- aumenta de manera espectacular la actividad de la oposición y de la represión. El TOP abre 4.317 sumarios, prácticamente el doble que el año anterior... Crece de manera desbordante la propaganda ilegal con 1.778 sumarios; la asociación ilícita, con 453; el terrorismo, con 314; la propaganda ilegal y la asociación ilícita, conjuntamente, con 175; las manifestaciones, con 220...
En 1976 el desbordamiento es ya total. El TOP abre la friolera de 4.795 sumarios, pero solamente dicta 200 sentencias, de las que 30 son absolutorias. La actividad de la oposición es muy intensa. En esos días se jugaba nada menos que la continuidad o no continuidad del franquismo... Los delitos reflejan que mucha gente ha perdido el miedo y se echa a la calle a reclamar las libertades. Hay una participación muy alta de jóvenes...”

En lo cultural, yendo de arriba abajo en aquel negro túnel, nos recuerdan:

“...Ortega y Gasset recibía un tratamiento mediante el cual se destacaban los aspectos estilísticos de su obra, señalando su categoría de escritor, pero se disimulaba el laicismo fundamental de su pensamiento. Con Juan Ramón Jiménez los franquistas se armaron un lío. Por un lado su nacionalismo se sintió satisfecho al serle concedido el premio Nobel de Literatura a un español en 1957, pero se ocultó por completo su condición de exiliado, envolviendo en una nebulosa su vida y su obra, y se puso de relieve el carácter inefable, atemporal y ahistórico de su poesía. Por ninguna parte apareció el escritor leal a la democracia republicana, que se negó una y otra vez a volver a la España de Franco. La Generación del 27 fue casi ignorada, con alguna alusión a Lorca –de cuyo asesinato , naturalmente, ni se hablaba-, a Gerardo Diego –el único poeta de su generación adicto al régimen-, Aleixandre, Guillén o Salinas, tratados de un modo somero y absolutamente insuficiente, mientras que ni se citaba a otros poetas como Cernuda, Altolaguirre, Emilio Prados o Miguel Hernández...
La falange culta tuvo en Panero su poeta, cuyo poema Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda, es un ejemplo de mal poema ripioso y lleno de trivialidades de un poeta, sin embargo,  estimable...
El franquismo ortodoxo negó hasta el final su derrota y trató de defender su patético Parnaso con los Pemán, García Nieto y compañía como alternativa a dos generaciones de creadores extraordinarios. También negó a Picasso y a Miró, a Juan Gris y a Julio González, como negó a Pau Casals o a Roberto Gerhart...Al final, sin embargo se había quedado sin nada que decir...La Historia (con mayúscula) consiguió un entrañable y melancólico triunfo y los escarnecidos antaño volvieron, aunque con cuentagotas, a tener que ser leídos y estudiados por las nuevas generaciones. Miguel Hernández había muerto de hambre y de malos tratos en una carcel franquista en 1942; Cernuda, semiolvidado en México; pero a partir de los años sesenta la poesía de ambos empezó a ser realmente apreciada por quienes en la literatura buscan algo más que fuegos de artificio...Al final ganaron los buenos, pero a qué precio.”

Por lo que se refiere al papel que jugaba la mujer en aquel triste período mejor ir directamente a las fuentes.  

Un texto de la Sección Femenina de FET y de las JONS decía:

“La jerarquía familiar. El padre. El padre es la jerarquía de la familia. Por qué. Porque Dios le ha dado dentro de ella las funciones y las obligaciones más importantes y Dios da la máxima autoridad a quien tiene la máxima responsabilidad... La madre administra y dirige la casa. De esta manera ahorra dinero y colabora con el padre en el bienestar de la familia”

Escrivá de Balaguer, en la máxima 946 de Camino, afirma:

“Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios (ellas no hace falta que sean sabias, basta que sean discretas), habéis de ser espirituales, muy unidos al Señor por la oración.”

Pilar Primo de Rivera, por su parte, tenía claro que:

“...la única misión que tienen asignadas las mujeres en la tarea de la Patria es el Hogar”  o que:

“Las mujeres nunca descubren nada: les falla, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar peor o mejor lo que los hombres nos dan hecho”

Y como último botón de muestra el padre Enciso Viana, en La muchacha en el noviazgo, afirma con convicción:

“Cuando estés casada, jamás te enfrentarás con él, ni opondrás a su genio tu genio, y a su intransigencia la tuya. Cuando se enfade, callarás; cuando grite, bajarás la cabeza sin replicar; cuando exija, cederás, a no ser que tu conciencia cristiana te lo impida. En este caso no cederás, pero tampoco te opondrás directamente: esquivarás el golpe, te harás a un lado y dejarás que pase el tiempo. Soportar, esa es la fórmula.”


Estas eran algunas de las perlas que contenía ese inmenso mar del franquismo. Yo era muy joven aquel año de 1976 –apenas un niño de 13 años-. Mi memoria, como la de algunos que hoy nos acompañan, es una memoria de los sentidos, filtrada por la inocencia de los primeros años que, poco a poco, se apuntalaba en las conversaciones de los mayores y que, posteriormente cobraba significado a través de los libros. Mi memoria es, pues, colectiva solo a partir de los miedos de aquella experiencia individual.


Antes cité a Panero, Leopoldo Panero, poeta del régimen. Durante algunos años frecuenté a su hijo, Leopoldo María, lo visité en el psiquiátrico de Mondragón, donde estaba ingresado, víctima de la esquizofrenia y del franquismo: sus primeros brotes psicóticos surgieron en prisión, después de que, como tantos jóvenes de su generación fuera hecho preso por ansiar la libertad.

De aquellos días surgió un libro, plagado de esa memoria de la experiencia, esa memoria  tan poco épica pero tan fundamental. A través de sus citas, o la de Antonio Lorente, o la de Eliot, o la del propio Miguel Hernández, aquellos que en el año 76 éramos unos niños hacíamos, años después, recuento de lo que los pueblos de España iniciaron durante el homenaje que hoy recordamos: ¿qué somos como comunidad, una vez que vamos saliendo de la oscuridad? ¿Qué nos han dejado ser como individuos? ¿Qué somos, qué soy, en definitiva, después de tanto castigo inmerecido?

Y así termino, antes de ceder la palabra a mis compañeros, con un poema de la memoria: El Recuento.

Tres citas se intercalan en los versos: el Eliot de Canción de amor de J. Alfred Prufrock, el Panero (hijo) de Schekina y el Miguel Hernández de Las nanas de la cebolla:

EL RECUENTO[i]



Do I dare
Distrurb the universo?
In a minute there is time
For decisions and revisions wich a minute will reverse.
T.S. Eliot


Cuando han caído las campanas del sexo y el olvido
            invoca a la inocencia
Tiempo de volver atrás y bajar la escalera
Con un claro de calvicie en medio de mi pelo-[ii]
cuando la tormenta infinita de pasión y la llama
debe extinguirse en la rutina
-como alguien renacido gracias a un disparo,
lavado por la destrucción-[iii]
la muerte vuelve a ser objeto de tratado
mientras la vida corta el color que corría
por su alfombra y el beso
nada borracho en la frívola noche
donde caía gozoso a dos pasos
del trance.
            Aquí yazgo
en las antípodas del nuevo continente
enemigo soberbio
enemigo a muerte, sin agua
para lavar las heridas, sin sangre
para violar todas las leyes sanitarias
cocinándomela esponjosamente
mientras con la cabeza escribo sobre el éter
la pregunta informulable:

                                   ¡¿Yo?¡!

Cuando sacamos el olvido de una lata que encontramos
en el segundo estante junto al pan
la inocencia quiere
tener cara de niño puchero sin dientes
            -Frontera de los besos
            serán mañana
            cuando en la dentadura
            sientas un arma-[iv]

pero es cicuta
un veneno
que apaga los fuegos y aplaca
la fuerza brutal de los mares
de sal y cometas.

            Aquí yazgo, atracado
“Time to turn back and descend the stair,
With a bald spot in the middle of my hair”
“como alguien renacido gracias a un disparo,
lavado por la destrucción”
a dos pasos del trance
de la noche
                       ¡¿Yo?!





[i] A. Lorente Lozano y J.Hurtado Paredes, Como limón seco, Ed. Libertarias /Prodhufi (Madrid 1992)
[ii] T. S. Eliot. “La canción de amor de J. Alfred Pufrock”.
[iii] L. M. Panero, “Shekina”.
[iv] M. Hernández, “Nanas de la cebolla”.

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